La Dra. Raquel Gabriel participa en el Congreso en Salud Mental Digital. Presenta el Proyecto Suma, una Asociación Civil sin fines de lucro que se dedica a la asistencia y rehabilitación de personas con padecimientos mentales severos.

Trabajamos promoviendo, además de la estabilización clínica, la inclusión social, el armado de lazos, la recuperación de un proyecto vital. Para esto contamos con dispositivos grupales (Hospital de Día, Recuperación en comunidad, Dispositivo de Talleres para Adultos mayores) e individuales donde trabajar de manera interdisciplinaria.

Proyecto Suma frente al COVID

En marzo de 2020, con la irrupción de la pandemia y la declaración del aislamiento social, preventivo y obligatorio, nos vimos ante la difícil situación de reconvertir todos los tratamientos que ofrecemos a formato virtual. Hicimos la apuesta de sostener todos los espacios desde las terapias individuales hasta el taller de tango. Nuestra idea fundamental fue dar continuidad a los tratamientos de todos los pacientes de la mejor manera posible, una apuesta clínica y ética.

¿Cómo recrear el espacio intersticial y lúdico de HDD, el que está por fuera de los talleres y las consultas con el equipo, ese en donde se transcurre, donde se está?

¿Cómo dar cuenta de cierta disponibilidad y permanencia del otro sin estar compartiendo un espacio físico atravesado por las coordenadas de tiempo y espacio?

¿Cómo mantener la grupalidad, el intercambio, el encuentro con otros, tan propios y necesarios en el trabajo con pacientes graves?

¿Cómo introducir en la población de adultos mayores nuevas habilidades y herramientas tecnológicas para que no queden aislados por el aislamiento?

Salud Mental Digital

Uno de los primeros obstáculos que tuvimos que sortear tuvo que ver con la falta de recursos materiales y/o de habilidades cognitivas para la conexión virtual. Ahí es donde se desplegó todo el trabajo en red con familias, cuidadores, compañeros.

Empezamos con un esquema más simple, priorizando la accesibilidad y luego fuimos avanzando en opciones más complejas, a medida que los tiempos se fueron prolongando y a medida que fuimos necesitando vernos las caras, escucharnos las voces, aunque sea a través de la pantalla. Todo esto implicó un trabajo artesanal con cada grupo, tomando en cuenta sus posibilidades, sus dificultades, sus miedos.

Los encuadres habituales se vieron conmovidos, cuestionados, replanteados. Fue tan necesaria la flexibilidad como la claridad en las nuevas condiciones para el trabajo terapeútico.

Este pasaje a la virtualidad, forzado por la pandemia,  fue bien recibido por pacientes y familias. El desafío ahora, es como sostenerlo.

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